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Oh soberano, hijo de Leto, vástago de Zeus,
de ti nunca me olvidaré al comenzar ni al concluir, sino que siempre el primero,
el último y en medio te cantaré. Mas tú escúchame y concédeme
tu favor. Soberano Febo, cuando te dio a luz la augusta
diosa Leto, sujeta a una palmera con gráciles manos, a ti, el
más bello de los inmortales, junto a una laguna redondeada, la
sagrada Delos se llenó toda de una divina fragancia, y la enorme
tierra sonrió y se gozó el profundo abismo de la mar canosa.
Ártemis cazadora, hija de Zeus, quien Agamenón erigió un
templo, cuando hacia Troyanavegaba con raudas naves, escúchame
a mí, que te imploro, y aparta las funestas Ceres: para ti,
diosa, esto es algo pequeño, para mi grande.
Musas y Gracias, hijas de Zeus, que anataño, cuando a la boda
de Cadmo acudisteis, cantasteis este hermoso verso: "Lo que es
bello es querido; lo que no es bello, no es querido". Este verso
salió de vuestras bocas inmortales.
Cirno, para mí que soy un artista instruido un sello quede
impuesto sobre estos versos: si son robados, nunca pasarán
inadvertidos, y nadie estropeará lo que de bueno hay en ellos.Todo el mundo dirá así: "Son versos de Teognis de Mégara": célebre
entre todos los hombres. Mas a todos mis conciudadanos
en modo alguno puedo agradarlos. Nada extraño, Polipaides; en
efecto, tampoco Zeus agrada a todos cuando envía la lluvia ni
cuando la detiene.
Por sentir afecto hacia ti, te aconsejaré, Cirno, lo que yo mismo,
siendo aún un niño, aprendí de los hombres de bien. Sé
sensato y no busques mediante acciones deshonrosas ni injustas
honores ni méritos ni riqueza.
Sábete bien esto; y no tengas trato con los malvados, sino
mantente siempre junto a los hombres de bien. Bebe y come
juto a ellos, y sé grato a aquellos cuyo poder es grande. De los
nobles aprenderás cosas buenas, mas si con los malvados te
mezclas, echarás a perder incluso el buen sentido que hay en ti.
Tras aprender esto, relaciónate con hombres de bien y algún día
podrás decir que aconsejo bien a los amigos.
Cirno, esta ciudad está preñada y temo que ela engendre un
hombre que corrija nuestra funesta soberbia. Pues estos
ciudadanos asún son más sensatos, pero los gobernantes están abocados
a caer en una gran maldad. Ninguna ciudad, Cirno, arruinaron
jamás los hombres de bien; pero cuando a los malvados
place ser insolentes, corrompen al pueblo y emiten sentencias a
favor de los inicuos, por mor del prvecho personal y del poder.
No esperes que aquella ciudad permanezca tranquila por mucho
tiempo, aunque ahora esté en gran calma, una vez que
los malvados tengan querencia por estas cosas, que conllevan
provecho con perjuicio público. Pues de todo esto surgen las sediciones,
las matanzas entre conciudadanos y los tiranos: que
ello nunca sea grato a la ciudad.
Cirno esta ciudad aún es una ciudad, mas son distintas sus
gentes: oos que antes no conocían ni el derecho ni las leyes, sino
que en torno a sus costados gastaban pieles de cabras y como
ciervos se esparcían fuera de esta ciudad, ¡ahora son nobles,
¡Polipaides! Y los nombres de antaño son ahora plebeyos ¿Quién
podría soportar ver est? Unos a otros se engañan riéndose
unos de otros, desconociendo las normas de lo malo y de lo
bueno. A ninguno de estos ciudadanos, Polipaides, hagas
tu amigo de corazón por causa de necesidad alguna: por el
contrario, aparenta ser amigo de todos de palabra, mas con
ninguno te mezcles en cualquier empresa impotante, pues conocerás
el carácter de estos hombres miserables, porue no
puede haber foncianza alguna en sus actos, sino que aman las
trampas, los engaños y los enredos, tal como hombres ya sin
salvación.
Jamás, Cirno, confiado deliberes con un hombre malvado
cuando quieras llevar a cabo un asunto importante; por el
contrario, yendo en pos del honrado, prefiere soportar abundantes
fatigas y recorrer con tus pies, Cirno, un largo camino.
No comuniques por complacerLeto tus proyectos a todos tus amigos:
pocos entre muchos tienen una intención honrada.
Confiado en pocos, pon en práctica tus empresas importantes,
para que no sufras, Cirno, un perjuicio irreparable.
Un hombre leal es digno de ser comparado con el oro y con la
plata, Cirno, en la terrible contienda civil.
Hallarás pocos amigos, Polipaides, que te resulten leales en
situaciones adversas, y que teniendo un corazón acorde con
el tuyo se atrevan a participar por igual de los bienes y de los
males.
Buscándolos entre todas las gentes no podrías hallar hombres,
a los que una sola nave no pueda transportar y en cuya lengua
y ojos resida el pudor, y a los que el deseo de ganancia no
conduzca una acción indecente.
No me quieras de palabra, mientras que tu pensamiento y tus
sentimientos están en otra parte, si es que me amas y tienes una
intención honrada. Ámame con intención sincera o, rompiendo
conmigo, aborréceme emprendiendo abiertamente una querella.
El que tiene una doble intención con una sola lengua, ése es
un compañero peligroso, Cirno: es preferible que sea enemigo
antes que amigo.
Si alguien te alaba tanto tiempo como lo tuvieras ante los ojos,
pero, una vez que se ha alejado a otro sitio, deja oír su mala lengua,
tal compañero tuyo no es ciertamente un buen amigo, si dice
cosas gratas con la lengua y piensa otras distintas.
Ojalá tuviera yo un amigo así, que conociendo a su compañero
lo soporte, aunque sea de difícil carac´ter, como si fuera un
hermano. Medítame estas ideas, querido amigo, en tu corazón, y
algún día te acordarás de mí.
Ninguno de los hombres te convenza de tener amistad con un
malvado, Cirno: ¿qué provecho hay en tener como amigo a un miserable?
No podría librarte de una situación difícil ni de la ruina, y
si tuviera una fortuna, no querría hacerte partícipe de ella. Una
gratitud muy vana obtiene el que hace bien a miserables: es igual
que sembrar la llanura de la mar canosa; porque ni sembrando en
el mar segarías una gran cosecha ni obtendrías beneficios a cambio
si haces bien a los malvados. Pues los malvados tienen una voluntad
insaciable; y si yerras en una sola cosa, la amistad de todos los
favores anteriores se esfuma; mientras que los hombres de
bien, al recibir un beneficio, los disfrutan en el más alto grando, y en
lo sucesivo guardan memoria y gratitud por los favores.
Jamás hagáis vuestro compañero querido a un hombre malvado,
sino más bien rehuidle siempre como a un mal puerto.
Muchos son los compañeros para la bebida y la comida,
mas pocos para un asunto serio.
Nada ás difícil de conocer que un hombre falso, Cirno, y
nada precisa de mayor precaución.
El defecto del oro y de la plata falsos es soportable, Cirno, y
fácil de descubrir para un hombre experto; pero si la intención
de un amigo queda oculta en su pecho, por ser falsa y guarda
en sus entrañas un corazón engañoso, eso es lo más falso que
la divinidad ha creado para los mortales y también lo más doloroso
de todo de descrubrir. Pues no podrías saber las intenciones
de un hombre o de una mujer, hasta que no los pruebes como
una acémila ni podrías juzgarlas como cuando estás ante un fruto
maduro, ya que las apariencias a menudo confunden nuestro entendimiento.
No pidas, Polipaides, ser sobresaliente ni en virtud ni en riquezas:
una sola cosa puede contar para un hombre, la buena suerte.
Nada hay mejor entre los hombres que un padre y una madre,
a quienes preocupa, Cirno, la sagrada justicia.
Nadie, Cirno, es culpable de su ruina o de su prosperidad, sino
que los dioses son los dispensadores de ambas cosas; ninguna persona
se afana en una empresa sabiendo en sus mientes si es, al
final, provechoso o perjudicial. Pues a menudo creyendo que va a
hacer un mal hizo un bien, y creyendo que va a hacer un bien hizo
un mal. A ningún hombre le sale bien cuanto desea; los límites de
la rígida imposibilidad lo detienen. Los hombres planeamos
en vano, pues no sabemos nada; mientras que los dioses
concluyen todo según su voluntad.
Ninguno de los mortales, Polipaides, ha engañado nunca a
un huéspued o a un suplicante y ha pasado inadvetido
ante los inmortales.
Prefiere vivir siendo piadoso con pocos bienes a ser rico
adquiriendo bienes de manera injusta. En suma, toda virtud
reside en la justicia, y todo hombre que sea justo,
es un hombre de bien, Cirno.
Una divinidad otorga bienes también a un hombre perverso,
Cirno; pero el lote de la virtud sólo corresponde a unos
pocos hombres;
El desenfreno,Cirno, se lo concedió la divinidad en primer
lugar al hombre con el que no va a tener ninguna consideración.
La hartura engendra el desenfreno, cuando la felicidad acompaña
a un malvado o aun hombre que no tenga una mente equilibrada.
Cuando hayas estado irritado con un hombre, nunca me eches
en cara su pobreza que consume el corazón ni su funesta indiferencia;
pues Zeus inclina la balanza unas veces hacia un lado, otras
hacia otro, unas veces para enriquecer, otras para no dar.
Nunca pronuncies Cirno, una palabra jactanciosa, pues nadie
sabe lo que la noche y el día depararán a un hombre.
Muchos, se valen de intenciones perversas y de un genio favorable,
para quienes lo que parecer ser un mal se torna en un
bien; y hay otros que, con sabios consejos y con un genio infausto,
sufren penalidades y el éxito no corona sus empresas.
Nadie es rico ni pobre ni malo ni bueno
sin la ayuda de una divinidad.
Cada cual tiene una desgracia distinta, y ningún hombre
a quien contempla el sol es completamente feliz.
Mas aquel a quien los dioses favorecen, incluso el calumniador
lo alaba; mientras que el esfuerzo del hombre resulta vano.
Ruega a los dioses; en los dioses reside el poder; sin los dioses
ciertamente no hay ni bienes ni males para los hombres.
A un hombre de bien, la Pobreza, por encima de todo lo somete,
más que la canosa vejez y la fiebre, Cirno; por huir de
la cual hay que arrojarse al mar de grandes monstruos, Cirno, o
desde lo alto de escarpadas rocas. Pues un hombre domeñado
por la pobreza no puede decir ni hacer nada: su lengua está encadenada.
Hay que buscar, Cirno, la liberación de la cruel pobreza lo
mismo sobre la tierra que sobre el ancho lomo del mar.
Para un hombre pobre, Cirno, es mejor estar muerto que vivir
angustiado por la cruel pobreza.
Buscamos, Cirno, carneros, asnos y caballos de buena raza,
y todo el mundo quiere que desciendan de pura sangre; pero un
hombre noble no siente escrúpulo de desposar a una villana, hija
de un villano, si le aporta muchas riquezas, ni una mujer desdeña
ser la esposa de un villano rico, sino que prefiere un acaudalado
antes que a un hombre de bien... Ciertamente, veneran las riquezas;
el noble desposa a la hija del villano y el villano a la hija del
hombre de bien: el dinero ha mezclado las clases. Por tanto,
no te admires Polipaides, de que se debilite la raza de nuestros
ciudadanos: en efecto, lo bueno se mezcla con lo malo.
Sabiendo él mismo que ella es de baja cuna, un hombre bien
considerado la conduce a su casa, a pesar de su mala reputación,
seducido por sus riquezas, ya que le predispone a ello la dura
necesidad, que torna atrevido el espíritu de un hombre.
La riqueza que a un hombre le corresponde de parte de Zeus,
ganada con justicia y honradamente, es siempre duradera; mas si
un hombre, con ánimo codicioso, la adquiere ya injustamente y
de manera inoportuna, ya mediante juramento violando la justicia,
en seguida parece obtener una ganancia, pero al final
resulta una desgracia y prevalece la voluntad de los dioses. He
aquí, sin embargo, lo que engaña el endendimiento de los hombres:
los bienaventurados no castigan con la misma acción sus
faltas, sino que uno mismo pagó su mala acción y no dejó suspendido
sobre sus hijos el infortunio para el futuro, mientras que
a otros no le alcanzó la justicia porque la muerte insaciable,
portadora de la fatalidad, se posó antes sobre sus párpados.
No hay amigo ni fiel compañero para el desterrado: esto es
aún más amargo que el destierro.
Beber mucho vino es malo; pero si uno lo bebe con
conocimiento de causa, no es malo, sino bueno.
Corazón, cambia según cada amigo tu voluble talante,
adaptando tu carácter al que cada uno tenga. Adopta el carácter de
retorcido pulpo, que se muestra a la vista semeante a la roca
a la que está adherido. Ahora acomódate a esta, y luego sé de diferente
color. La habilidad es mejor, ciertamente, que la intransigencia.
No te angustie demasiado cuando los ciudadanos estén alborotatos,
Cirno, y marcha por el camino de en medio como yo.
El que cree que el prójimo nada sabe, sino que él es el único
que posee variados ardides, ése es un insentato, carente de buen
sentido: en efecto, todos conocemos por igual los ardides; pero uno
no quiere emprender deshonroso negocios, mientras que
a otro le agradan más las intrigas desleales.
De la riqueza no hay límite prefijado para los hombres; pues
quienes de entre nosotros ahora tienen más medios de vida,
ansían el doble. ¿Quién podría saciarlos a todos? Las riquezas
son para los mortales motivo de locura, y de ella proviene la
ruina que, cuando Zeus la envía a los atormentados, ora
el uno ora el otro la padece.
Un hombre de bien, que es acrópolis y fortaleza de un pueblo
insensato, Cirno, obtiene poca estimación.
Nada nos afecta a nosotros como a hombres puestos a salvo,
sino como a una ciudad, Cirno, que va a ser enteramente tomada
al asalto.
Yo te he dado alas, con las que, elevándote fácilmente, volarás
sobre el infinito mar y sobre toda la tierra: estrás presente
en todos los banquetes y festines, puesto en boca de muchos,
y con pequeños aulos de agudos tonos hermosos jóvenes
te cantarán bellos y melodiosos sones con buen orden. Y cuando
llegues a la morada de Hades de plañidos llena, en las entrañas de
la oscura tierra, nunca, ni siquiera muerto, perderás tu
gloria, sino que permanecerás en el recuerdo de los hombres
con un hombre por siempre inmortal, Cirno, recorriendo la
tierra griega y las islas, pasando sobre la infértil llanura del mar
en peces rica, sin montar a lomos de caballos: los hermosos dones
de las Musas coronadas de violetas de llevarán; y para
todo aquellos que los aprecian y para los venideros serás igualmente
motivo de canto, mientras haya tierra y sol; pero yo no
encuentro en ti ni un poco de respeto, sino que, como a un niño
pequeño, me engañas con palabras.
Lo más hermoso es la justicia; lo más ventajoso tener salud;
lo más dulce, obtener lo que uno desea.
Yo soy una yegua bonita y ganadora de mis premios, pero llevo
un pésimo jinete, y esto es para mí lo más penoso. Muchas veces
he estado ya a punto de huir, tras romper el bocado, precipitando
hacia delante al mal jinete.
En mí ya no se bebe vino, pues en casa de la tierna niña lo
guarda otro hombre mucho más tosco que yo. Allí a lo sumo beben
agua fresca sus queridos padres, de suerte que con frecuencia
va a la fuente y me lleva gimiendo; entonces, tras ceñor mi brazo
al talle de la muchacha, beso su cuello, y ella musita suavemente
con su boca.
La Pobreza es fácil de conocer, aunque sea ajena; pue no asiste
a la plaza pública ni a los procesos: en todos los sitios lleva la
peor parte, en todos los sitios es escarnecida; y en todos los sitios
en que esté, es igualmente odiosa.
Los dioses dieron a los hombres las demás cosas por igual,
tanto la funesta vejez como la juventud, pero lo peor de todas
las cosas entre los hombres, más antiguo que la muerte y que
todas las enfermedades, es que después de que has criado a tus
hijos y les has procurado lo necesario, y tras sufrir muchas
penalidades le has acumulado riquezas, odien a su padre, deseen
que se muera y lo aborrezcan como a un mendigo que llama
a la puerta.
Es natural que un hombre malvado practique mal la justicia,
sin temer luego ninguna venganza divina; pues a un
miserable mortal le es posible ejecutar a su paso muchas
acciones malvadas y creer que todo lo que hace es noble.
No des un paso confiando en ninguno de nuestros conciudadanos,
no estés confiado en su juramiento ni en su afecto, ni aunque
quiera poner Zeus, el rey supremo de los inmortales, como
garante con la inteción de darte seguridad.
En una ciudad tan maledicente nada es agradable; y en la
misma medida mucha gente siempre es desgraciada.
Ahora las desgracias de los hombres de bien son una dicha
para los malvados: se alegran con leyes monstruosas; el pudor
ha desaparecido, mientras que la impudicia y la insolencia,
tras vencer a la justicia, dominan toda la tierra.
No siempre come carne el león, sino que, por fuerte que sea,
le alcanza la impotencia.
Para una persona gárrula callar es la carga más pesada, y cuando
habla, resulta molesta para los que están presentes y todos le detestan;
pero en un banquete es inevitable el trato con un individuo así.
Nadie quiere ser amigo cuando a un hombre le sucede una desgracia,
ni siquiera el que ha nacido, Cirno, del mismo vientre que él.
Sé amargo y dulce, amable y cruel con tus criados, servidores
y vecinos que viven a tu puerta.
No hay que cambiar una vida honrada, sino dejarla tranquila,
y, en cambio, una depravada hay que corregirla hasta que
alcance el camino recto.
Los malvados no han nacido completamente malvados desde
el vientre materno, sino que al trabar amistad con hombres malvados
aprendieron sus malas artes, sus expresiones groseras y su
insolencia, por creer que aquellos decían toda la verdad.
Entre los comensales hay que ser un hombre sensato, y que
parezca que todo le pasa inadvertido como si estuviera ausente,
y aporte historias chistosas; mas ya en la puerta quédes
serio, cuando ya conoce el carácter que cada uno tiene.
Entre los locos me hago loco del todo, pero entre los justos
soy el más justo de todos los hombres.
Muchos malvados son ricos, mientras que los hombres de bien
son pobres; pero nosotros no cambiaremos con ellos el dinero por
la virtud, ya que ésta es siempre inmutable, mientras que las riquezas
de los hombres unas veces las posee uno y otras otro.
Cirno, un hombre de bien tiene siempre una opinión inmutable
y es valiente tanto cuando depende de la desgracia como de la fortuna:
pero si un dios concede medios de vida y dinero a
un malvado, al ser éste un insensato, no puede dominar su maldad.
Nunca pierdas un amigo por un pequeño pretexto, seducido
por una malévola calumnia,Cirno. Si uno se encolerizase a cada
momento con las faltas de los amigos, hamás estarían bien avenidos
los unos con los otros ni serían amigos; pues los mortales
siempre tendrán faltas, Cirno; los dioses, en cambio, no quieren tolerarlas.
Un hombre tranquilo y prudente puede alcanzar a otro apresurado,
si lo persigue, Cirno, con la recta justicia de los inmortales.
Tranquilo como yo recorre con tus pies el camino de en medio
y sin dar a unos, Cirno, lo que es de otros.
No hay amigo ni fiel compañero para el desterrado: esto es
lo más amargo del destierro.
Nunca te hagas amigo de un desterrado con alguna esperanza,
Cirno; pues cuando regresa a su casa, ya no es el mismo.
Nada te inquiete en exceso: una justa medida es lo mejor de todo;
y así, Cirno, alcanzarás la virtud, que es díficil de conseguir,
Zeus me conceda vengar a los amigos que me quieren, Cirno,
y tener un poder mayor que el de mis enemigos. Y así creería ser
un dios entre los hombres, si esl destino de la muerte me llega después
de haber alcanzado venganza.
Cúmpleme, Zeus del Olimpo, mi ruego oportuno; concédeme,
a cambio de males, disfrutar también algún bien: quisiera
morirme si no hallo un alivio a mis preocupaciones y no ocasiono
perjuicios a cambio de perjuicios. Tal es, pues, mi destino y no
se nos muestra el castigo de los individuos que mis bienes retienen
tras haberlos arrebatado por la fuerza; y yo como un perro he
vadeado el barranco tras haberlo perdido todo en la corriente
torrencial. Séame dado beber su negra sangre, y venga en mi ayuda
un dios favorable que dé cumplimiento a tal cosa según
mi deseo.
Ah mezquina Pobreza, ¿por qué te quedas conmigo y dejas de
irte junto a otro hombre? No me ames sin quererlo yo, sino vete
y frecuenta otra casa y no participes siempre a mi lado
de esta vida desdichada.
Sé valiente, Cirno, en la desgracia, ya que también te regocijaste
en la fortuna, cuando el destino te concedió poseerla; como
después de los bienes has recibido la desgracia, así también ahora
procura salir de ésta imporando a los dioses. Y no la exhibas demasiado;
es malo exhibirla, Cirno: tienes pocos valedores
de tu indigencia.
El corazón de un hombre que sugre una gran pena, se consume,
Cirno; pero cuando alcanza la venganza, se agrande de nuevo.
Adula bien a tu enemigo; y cuando esté al alcance de tu mano,
castígale sin poner ningún pretexto.
Mantente en tu juicio, mas quede la dulzura en tu lengua; el
corazón de los depravados es más irritable.
No puedo comprender el sentir que tienen mis conciudadanos
pues ni obrando bien ni obrando mal les soy agradable Muchos
me hacen reproches, de igual modo malos y buenos; pero
ninguno de estos necios puede imitarme.
No me unzas al carro obligado, aquijoneándome a la fuerza,
arrastrándome, Cirno, en exceso al afecto.
Zeus querido, me asombras: pues tú eres soberano de todos,
poseyendo tú slo gloria y gran poder, conoces bien el pensamiento
y el ánimo de cada uno de los hombres y poder, rey, es
el más excelso de todos ¿Cómo entonces, Crónida, tolera tu voluntad
que unos hombres malvados y el justo tengan un mismo
destino, tanto si se complace en la prudencia como si lo hace en
la desmesura la mente de los hombres, persuadidos por acciones
injustas? ¿Nada hay determinado para los mortales por
parte de la divinidad, ni siquiera el camino que se debe seguir
para agradar a los inmortales?
no obstante, mantienen una prosperidad sin mengua; otros,
apartando su corazón de viles acciones, aunque aman la justicia,
obtienen, con todo, pobreza, madre de la impotencia, que desvía
el ánimo de los hombres hacia el erros, corromiendo los sentimientos
en su pecho bajo una imperiosa necesidad; sin quererlo,
se resigna a soportar muchos ultrajes, sucumbiendo ante la indigenia,
que enseña muchas desgracias, mentiras, fraudes y funestas
discordias, incluso al hombre que no lo desea, y ninguna
calamidad se le parece; pues aquella también engendra ña
amarga impotencia. En la pobreza se revela el hombre vil y el
que es mucho mejor, cuando los tiene en su poder la indigencia;
pues el talante del uno proyecta cosas justas, de aquel que en su
pecho siempre está enraizado un pensamiento recto, mientras
que el talante del otro no se somete ni a la mala ni a la buena
fortuna. Es preciso que el hombre de bien tenga valor para
sobrellevar esto y quello, que respete a los amigos y huya de
juramentos que pierden al hombre, vergonzosos, evitando
la cólera de los inmortales.
Nada te inquiete en exceso: la oportunidad es lo mejor en todas
las acciones de los hombres. Muchas veces un hombre, tratando
de obtener provecho, busca con ahínco el prestigio y a
aquel una divinidad favorable lo induce a un gran error y le hace
creer a la ligera que aquello que es malo, es bueno, y que aquello
que es útil, es malo.
Tú, aunque me eres muy querido, te has equivocado; pero yo
no soy en absoluto responsable, sino tú mismo que no tuvista
una buena ideaa.
Ningún tesoro dejarás a tus hijos, Cirno, mejor que el respeto,
que acompaña a los hombres de bien.
A ningún hombre parece ser inferior un compañero en el que
convienen inteligencia y poder, Cirno.
Cuando beba, no me emborracharé de tal manera - el vino
no me enajena - que diga sobre ti una palabra vehemente.
Aunque lo busco con ahínco, no puedo encontrar un compañero
fiel semejante a mí, en el que no sea posible el engaño;
acercándome a la pierdra de toque, me froto con ella como el oro con el
plomo, y en mí está presente la convicción de una superioridad.
Muchas cosas se me escapan, aunque las comprendo; pero por
fuerza callo, consciente de mi capacidad.
Para muchos hombres las puertas no cierran bien ajustadas
en su lengua, y se ocupan de muchas cosas que carecen de interés;
pues con frecuencia es mejor que quede dentro lo malo
y conveniente que salga lo bueno más que lo malo.
De todas las cosas la mejor para los humanos es no haber nacido
ni llegar a ver los rayos del ardiente sol, y una vez nacido,
cruzar cuanto antes las puertas del Hades y yacer tumbado bajo
un montón de tierra.
Engendrar y criar a un hombre es más fácil que inculcarle
sentimientos nobles; pues nadie ha ideado aún aquello,
gracias a lo cual convierta en cuerdo al insensato y en bueno al
malvado. Si un dios hubiese concedido esto a los Asclepíadas,
el curar la maldad. los sentimientos perversos de los hombres,
muchas y grandes ganancias habrían obtenido. Si la mentalidad
fuese para un hombre algo factible e inculcable, jamás hubiera
salido un mal hijo de un buen padre, persuadido por virtuosas palabras;
pero por instruirlo jamás harás de un villano un hombre de bien.
Necio el que presta atencón a mi pensamiento y no
se cuida de sus propios asuntos.
En efecto, no hay nadie completamente feliz; pero el noble
es valiente cuando sufre un infortunio y no lo manifiesta
al mismo tiempo; mientras que el villano no sabe mantenerse co
ánimo ni en la fortuna ni en la desgracia. Los dones de los inmortales
que sobrevienen a los mortales son variados; pero hay
que tener valor para aceptar los regalos de los inmorales
tal cual los otorgan.
Si quieres lavarme, desde lo alto de mi cabeza siempre correrá
el agua clara, y en todas mis acciones me encontrarás como el oro
puro, que se ve rojo al ser frotado con la piedra de toque
y cuya superficie no atacan el negro orín ni el moho y conserva
siempre su genuino esplendor.
Amigo, si por el destino hubieras recibido tanta porción de
conocimiento como de insensatez y fueras tan cuerdo como
insensato, serías considerado por muchos de nuestras conciudadanos
tan envidiable como ahora eres digno de nada.
Una mujer joven no es ciertamente apropiada para un hombre
viejo; pues no obedece al timón como una barca ni la retienen
las anclas; antes bien, a menudo tras romper los cabos, gana otro
puerto de noche.
Nunca pongas tu atención en cosas irrealizables ni desees
ardientemente las riquezas: en estas cosas no hay ninguna ventaja.
Los dioses no conceden ninguna cosa a la ligera, ni una
despreciable ni una buena; la gloria está en empresas difíciles.
Ejercítate en la virtud, que la justicia te sea amada y no que te
venza el deseo de ganancia, que es indecente.
A ninguno de éstos obliques a permanecer con nosotros
contra su voluntad, ni invites a marcharse a la clle. quien no
quiere irse; ni despiertes, Simónides, a quien de nosotros duerma
si embriagado por el vino, un dulce sueño se ha apoderado
de él, ni invites a dormir contra su volutnad al que está
desvelado; pues toda cosa obligatoria resulta enojosa. Al que
quiera beber, que uno le escancie vino a su vera: no todas las
noches es posible disfrutar de placer. Yo, por mi arte, puesto
que guardo mesura en el vino duelce como la miel, yéndome
a casa, atenderé al sueño que libra de las penas. Llegaré como
el vino resulta más agrable para el hombre haberlo bebido:
sin abstenerme del todo ni emborrachándome en exceso. El
que sobrepase la mesura en la bebida, ése ya no será dueño de
su lengua ni de su vluntad, pronunciará palabras impertinentes
que son indecentes para los sobrios, y no sentirá
sensato antes, necio ahora. Pero tú, consciente de estas cosas,
no bebas vino exageradamente, sino levántate antes de
emborracharte - que no te domine tu vientre como a un mal
jornalero - o si te quedas, no bebas. Tú, en cambio, siempre repites
esta necia palabra: "escancia"; por eso estás, borracho, pues
una copa es ofrecida por la amistad, otra está dispuesta, otra
la derramas en honor de los dioses, otra la tienes ya en tu mano
y no sabes negarte. En verdad es invencble aquel que,
aunque beba muchas copas, no dirá una necedad. Y vosotros
conversad a gusto permaneciento junto a la cratera,
absteniéndoos durante largo tiempo de la mutua discordia, hablando
en el centro, a cada uno y a todos a un tiempo; así es como
un banquete resulta agradable.
El vino convierte en irreflexiva la mente del hombre insensato
y del cuerpo por igual, cuando bebe por encima de la justa medida.
En el fuego reconocen el oro y la plata los peritos, mas el vino
demuestra el carácter del hombre, aunque sea muy prudente,
y lo excita cuando bebe por encima de la justa medida, hasta
el punto de avergonzar al que antes era sabio.
Tengo la cabeza aturdida por el vino, Onomácrito, y me violenta
el vino; además, yo ya no soy dueño de mi voluntad y la casa
me da vueltas. Ea, una vez que me levante haré la prueba no sea
que el vino se haya adueñado de mis pies y de mi mente en el pecho;
temo que, embriagado, vaya a cometer alguna estupidez y
sufra una gran verguenza.
Bebido en abundancia el vino es malo; pero si uno lo bebe
con conocimiento de causa, no es malo sino bueno.
Así pues, llegaste aquí, Clearisto, tras cruzar el profundo mar,
ante mí que nada tengo, tú que, desdichado, nada tienes; te daré
lo mejor de lo que poseo; y si llega alguno que sea amigo tuyo,
toma asiento según el grado de amistad que tengas. No me reservaré
nada de lo que poseo ni tomaré prestado nada mejor de otra
parte para tu hospedaje. En los costados de tu nave, bajo los
bancos de los remeros yo colocaré, Clearisto, las cosas que poseo y
que los dioses conceden. Y si alguien te pregunta por mi vida,
dile así: "para el que vive bien, vive con dificultad, mas para el que
vive con dificultad, vive muy bien, de manera que no
puede abandonar a un huésped familiar, pero no dar hospitalidad
a muchos."
No en vano, oh Pluto, te honran los mortales sobre manera;
pues sobrellevas la maldad de buen grado. Y por consiguiente, es
natural que los hombres de bien posean riquezas, mientras que la
pobreza es legítimo procurársela a un malvado.
¡Ay de mí, por mi juventud y funesta vejez! De la una, porque se
acerca; de la otra, porque se aleja.
No he traicionado a ningún querido y fiel amigo, y no hay en mi
alma nada propio de un esclavo.
Mi corazón se me regocija siempre que escucho el delicioso
sonido de los sonoros aulos; me regocijo al beber a gusto y cantar
al son del auletista, y me recogijo al tener en mis manos la
armoniosa lira.
Nuesta está erguida la cabeza de une sclavo, sino siempre
inclinada y tiene su cuello torcido. Pues ni una rosa ni un
jacinto nacen de una escila, ni tampoco de una esclava un hijo libre.
Ese hombre, querido Cirno, se forja grilletes para sí mismo,
si es que los dioses no burlan mi entendimiento.
Tengo miedo de que la desmesura, que perdó a los centauros
devoradores de carne cruda, haya perdido a esta ciudad, Polipaides.
Es preciso, Cirno, que yo juzque este asunto con el cordel y la
escuadra, y ortogue a ambos lo justo, con la ayudo de adivinos,
augurios y víctimas incineradas, a fin de que no sufra
el vergonzoso deshonor de la culpa.
No hagas violencia a nadie con maldad, sino con justicia:
nada e smejor que la acción recta.
Un mensajero mudo, Cirno, suscita la guerra que causa
muchas lágrimas, brillando desde un lejano promontorio. Coloca
el freno en los caballos de rápidos remos; pues yo creo que
ellos van a salir al encuentro de los enemigos; no es mucha la distancia;
recorrerán el camino, es que los dioses no burlan mi entendimiento.
Es preciso que un hombre que se encuentra en medio de duros
sufrimientos, sea valiente y pida a los dioses inmortales la
liberación de ellos. Medita, pues: la suerte está situada en el filo de
la navaja: unas veces tendrás muchos bienes, otras veces menos,
de modo que tú no serás excesivamente rico en posesiones ni irás
a parar a una extrema indigencia.
Ojalá me fuera posible poseer algunas de las riquezas de mis
enemigos y dar la mayor parte de ellas a mis amigos.
Es beneficioso ser invitado a un banquete y sentarse junto a
un hombre de mérito, que conoce toda clase de sabiduría. Escúchalo,
cuando diga algo sabio, para que lo aprendas y regreses a
casa con esa ganancia.
Me divierto gozando de la juventud; pues por largo tiempo
yaceré debajo de la tierra, como una piedra muda, una vez que
haya perdido la vida, y abandonaré la amada luz del sol; y aunque
sea distinguido, ninguna cosa veré ya.
La reputación es un gran mal para los hombres, y la prueba es
lo mejor; muchos, que no han dado prueba de nada, tienen reputación
de buenos.
Haciendo el bien, el bien recibe: ¿por qué vas a enviar otro mensajero?
El mensaje de la acción es recta fácil.
Son mis amigos quienes me traicionan, ya que rehuyo al enemigo
como un piloto los escollos marinos.
"Es más fácil convertir en malo a un hombre bueno que en bueno a uno malo".
- No me des lecciones: ya no
estoy en edad de aprender.
Odio al mal hombre y vengo cubierta con un velo, con el
cerebro vacío ede un pequeño pájaro; odio a la mujer corretona
y al hombre lujurioso, que quiere arar un campo ajeno.
Ciertas cosas han sucedido y es imposible que sean anuladas:
en cuanto a las que están por llegar, de ésas hay que cuidarse.
En todas las acciones hay peligro y nadie sabe, cuando una
empresa comienza, cómo va a acabar: el que procura tener buena
estima, al no calcular bien, cae en un grande y terrible infortunio;
mientras que al que obra mal, la divinidad le concede en todo
fausto suceso, la liberación de su insensatez.
Es necesario que afrontes con valentía aquello que los dioses
dan a los mortales y que sobrelleves de buen grado tu porción de
ambas fortunas, no apenes en exceso tu corazón por la desgracia
ni te alegres de repente por la fortuna antes de ver al desenlance final.
Amigo, seamos compañeros el uno del tro desde lejos: hay
hartura de cualqueir cosa, salvo del dinero. Seamos amigos durante
mucho tiempo; pero ten trato también con otros hombres
que conocen mejor tu manera de pensar.
No me pasaste desapercibido al ir y venir por la carrera, por
la que, efectivamente, antes te dirigías, traicionando mi amistad.
Vete en mala hora, enemigo de los dioses y traidos a los
hombres, que tienes en tu regazo una fría serptiente moteada.
Estos sucesos y el desengreno, que ahora invaden esta ciudad
sagrada, perdieron también a los magnesios.
El hartazgo ha acabado ya con muchos más hombres que el hambre,
pues ellos querían tener más de lo debido.
En un principio, el placer de la mentira es pequeño; pero al
final esa ganancia resuelta, a la vez vergonzosa y perjudicial, nada
de noble tiene un hombre al que acompaña la mentira y esta es lo
primero que sale de su boca.
No es díficil censurar al prójimo ni tampoco alabarlo: estas
cosas interesan a los hombres viles. Los malvados no está dispuestos
a callar, murmurando bajezas, en cambio, los hombres de
bien saben guardar la medida de todas las cosas.
De los hombres de hoy el sol no contempla a ninguno
completamento bueno y mesurado.
No todos los deseos se les cumplen a los hombres; pues
los inmortales son mucho más poderosos que los mortales.
Afligido en mi corazón doy vueltas y vueltas en medio de las
dificultades; pues no hemos remontado la cima de la pobreza.
Todo el mundo aprecia al rico y desprecia al pobre; todos
los hombres tienen la misma conducta.
Toda clase de perseveridades hay entre los hombres, así como
toda clase de virtudes y destrezas para ganarse la vida.
Es complicado que un hombre inteligente hable mucho ante
los tontos y también que calle siempre: esto no es posible.
Es vergonzoso que un hombre ebrio esté entre hombres
sobrios, y es vergonzoso si un hombre sobrio permanece entre ebrios.
La juventud y la ligereza disiplan la mente del hombre
y arrastran el corazón de muchos al erros.
Aquel para quien su mente no es más fuerte que su corazón,
Cirno, siempre está en la desgracia y en grandes dificultades.
Medita dos y tres veces lo que se te venga a la mente; pues un
hombre impetuoso resulta funesto.
A los hombres de bien les siguen la inteligencia y el pudor;
ellos ahora son ciertamente pocos entre muchos.
La esperanza y el riesgo son semejantes a ojos de los hombres;
pues ambos son genios incómodos.
A menudo sucede que contra la apariencia y la esperanza
marchan bien las empresas de los hombres, pero no hay éxito
para sus planes.
No podrías reconocer al amigo ni al enemigo, a noser
que te encontraras ante un asunto serio. Muchos son nuestros
compañeros junto a la cratera, mas pocos en un asunto serio.
Pocos compañeros fieles que velen por ti hallarías cuando tuvieses
tu ánimo en una gran dificultad.
Ahora, ciertamente, ha desaparecido el pudor de entre los
hombres, mientras que la impudicia recorre la tierra.
Miserable Pobreza, ¿por qué, pesandosobre mis hombros,
deshonras mi cuertpo y mi espíritu? Sin quererlo yo,
a la fuerza, me enseñas muchas desverguenzas, a mí que de entre los
hombres conozco lo bueno y lo malo.
Sea yo afortunado y amado por los dioses inmortales, Cirno;
ninguna otra virtud deseo.
Todos nos entristecemos contigo, Cirno, cuando sufres
alguna desgracia; pero la tristeza ajena es efímera.
No aflijas en exceso tu corazón en las dificultades ni te recogijes
en la fortuna, ya que es propio de un hombre de bien
sobrellevarlo todo. No hay que jurar auello de que "jamás sucerá tal
cosa"; pues los dioses, en quienes reside el cumplimiento de las
cosas, se irritan. Y en verdad hacen cualquier cosa: de un malvado nace
un noble y de un hombre de bien un malvado; el
hombre pobre de repente se enriquece mucho y el que posee
abundantes bienes súbitamente se arruina en una sola noche; también el
sensato se equivoca y al insensato a menudo le acompaña la fama,
e incluso siendo malvado alcanza un puesto de honor.
Si yo tuviera, Simónides, riquezas como las de antaño, no
me artibularía cuando frecuento a los hombres de bien. Pero
ahora pasan de largo junto a mí, que los conozco, y estoy mudo
por la indigencia, aunque podría darme cuenta mejor que
muchos de la razón por la que ahora somos arrastrafos, con
las blancas velas abatidas, fuera del mar Melio, a través de la
sombría noche; no quieren achicar al agua y el mar salta por
encima de ambas bordas; muy difícilmente puede uno salvarse,
según actúan: han destituiddo al piloto experto, que diestramente
mantenía el rumbo; saquean los bienes con violencia, el orden
ha desaparecido y ya no hay un reparto equitativo en público;
mandan los cargadores y los malvados están por encima
de los hombres de bien. Temo que una ola se trague la nave.
Queden dichos por mí estos oscuros enigmas para los
hombres de bien; pero incluso un malvado los comprendería, si
fuera inteligente.
Muchos ignorantes tienen riqueza; mientras que otros, apremiados
por la cruel pobreza, aspiran a la virtud. Mas la imposibilidad
de obrar subyace en unos y otros; pues a unos se lo impiden
las riquezas y a otros la inteligencia.
No es posible a los mortales luchar contra los inmortales ni
juzgarlos: a nadie le es esto lícito.
No hay que hacer daño cuando no es momento de hacer
daño, ni hacer lo que no es mejor llevar a término.
Ojalá, contento, acabes bien el viaje a través del inmenso mar,
y que Posidón te guíe para alegría de tus amigos.
El hartazgo ha perdido a muchos hombres insensatos; pues es
difícil guardar mesura, cuando los bienes de fortuna están al alcance.
No puedo, corazón mío, poner a tu disposición todo lo que te
es grato; aguanta: no estás enamorado tú solo de las cosas bellas.
Cuando yo estoy bien, son muchos los amigos; pero si
me ocurre alguna desgracia, pocos tienen un corazón fiel. Para la
mayoría de los hombre esta es la única excelencia que existe:
ser rico. De las demás, nada te sería útil, ni aunque tuvieras
la cordura del propio Radamantis y supieras más cosas
que el Eólida Sísifo, quien incluso del Hades regresó gracias a
muchos ardides, tras haber convencido con aduladoras
palabras a Perséfone, la que da a los mortales el olvido dañando
su mente (tal cosa no había tramado ningún otro,a quien
la negra nube de la muerte haya ocultado, y haya ido a la sombra
región de los difuntos y haya cruzado las oscuras puertas,
que retienen a las almas de los muertos, aunque se resistan.
Y sin embargo, desde allí regresó el héroe Sísifo a la luz
del sol, gracias a sus muchas argucias.)
Ni aunque forjaras mentiras semejantes a verdades, poseyendo
la lengua elocuente de Néstor, a un dios equiparable, y
fueras más rápido de pies que las veloces Harpías y que los
hijos de Bóreas, cuyos pies son ligeros. Mas es preciso que todos
se penetren de esta idea: que el mayor poder en todo
lo tiene la riqueza.
Son ricos por igual tanto el que tiene mucha plata, oro,
campos de tierra rica en trigo, caballos y mulas, como el
que dispone de lo necesario: disfrutar de su estómago, sus costados
y sus pies, y de los favores de un muchacho y de una
mujer, cuando también llega esa edad, y le acompaña la juventud
adecuada. Estas cosas son la riqueza para los mortales;
pues nadie llega a la mansión de Hades con todas las riquezas
superfluas, y ni aunque pagara un rescate podría escapar a la
muerte ni a las graves enfermedades ni a la malhadada vejez
que se acerca.
Como inquietudes dotadas de abigarradas alas ha correspondido
a los hombres el llorar por la vida y la subsistencia.
Padre Zeus, ojalá fuera grato a los dioses que el exceso
contentara a los malvados y que sus despreciables acciones resultaran
algo grato a su corazón: y que aquel que [...] así obrare
conscientemente, sin respetar en nada a los dioses,
a continuación pagase él mismo sus maldades, y ya en adelante las
locuras del padre no fueran una desgracia para los hijos; y que
los hijos, que, nacidos de un padre injusto, obran observando
la justicia, por temor a tu cólera, oh Crónida, y por amor a la
justicia desde un principio entre sus conciudadanos, no tengan
que pagar ningún desafuero de sus padres. ¡Ojalá
esto fuera grato a los bienaventurados dioses! Ahora, en cambio,
el culpable escapa y luego otro soporta la desgracia.
¿Y cómo es justo esto, rey de los inmortales, que un hombre
que está alejado de las acciones injustas, que no incurre en
desafuero alguno ni en juramento perverso, sino que es justo,
no reciba justicia? ¿Qué otro mortal, al verlo así, podría respetar
luego a los inmortales, y con qué ánimo, cuando un
individuo e insensato, que no evita la cólera de ningún hombre
ni de ninguno de los inmortales, se insolenta harto
de riquezas, mientras que los justos se consumen apremiados
por la dura pobreza?
Instruido en estas cosas, querido amigo, obtén tus riquezas
honestamente, manteniendo tu ánimo prudente lejos de la locura,
recordando siempre estos versos; al final agradecerás haber
obedecido a mis sensatas palabras.
Ojalá Zeus, que habita en el cielo, ponga siempre su mano
derecha sobre esta ciudad para su protección y también los demás
bienaventurados dioses inmortales; no obstante, que Apolo
dirija con rectitud mi lengua y mi mente; y que la
forminge y el aulo entonen un canto sagrado; y nosotros, en fin,
después de haber contentado a los dioses con libaciones, bebamos
contando cosas divertidas entre nosotros y sin temer la
guerra de los medos.
Así pues, lo mejor es que, con corazón ufano, lejos de las
preocupaciones, pasemos la vida placenteramente y regocijándonos;
y que apartemos de nosotros las infaustas Ceres, la funesta
vejez y la consumación de la muerte.
Sería preciso que el servidor y mensajero de las Musas, si algo
extraordinario supiera, no lo ocultase celoso de su sabiduría,
sino que investigue unas cosas, enseñe otras y produzca
otras: ¿qué uso hará de ellas si es el único que las conoce?
Soberano Febo, tú mismo levantaste las murallas de nuestra
acrópolis, por complacer a Alcátoo, hijo de Pélope; aparta
tú mismo de esta ciudad al insolente ejército de los medos,
para que el pueblo, con alegría, al llegar la primavera, celebre
en tu honor espléndidas hecatombes, deleitándose con la cítara
y con la agradable fiesta, con los coros de peanes y con
gritos en torno a tu altar. Pues en verdad siento temor al contemplar
la insensatez y la división entre los griegos ruina
de un pueblo; per tú, Febo, guarda propicio esta nuestra
ciudad.
Yo llegué, efectivamente, una vez a tierras sicilianas y llegué
a la llanura de Eubea, rica en viñedos, y a Esparta, la famosa ciudad
del Eurotas, criador de cañas, y todos me acogían afectuosamente
al llegar; pero ninguna alegría de aquellas me llegó al
corazón: hasta tal punto ninguna otra cosa era más querida
que mi patria.
Que ningún otro nuevo ideal aparezca nunca ante mí en lugar
de la virtud y la sabiduría, sino que, poseyéndolas siempre,
pueda regocijarme con la formine, la danza y el canto, y
tengo un carácter noble en compañía de hombres de bien, sin hacer
daño a ningún extranjero con acciones perniciosas ni tampoco
a ningún nativo, sino siendo justo.
Alegra tu corazón; de entre tus intratables conciudadanos,
uno hablará mal de ti, el otro, mejor.
Uno censura mucho a los hombres bien, otro los alaba,
mientras que no queda ningún recuerdo de los malvados.
Ningún hombre es irreprehensible sobre la tierra; pero qué
mejor sería si no interesase a mucha gente.
Es preciso que sea más exacto que el compás, el cordel, y la
escuadra, y precavido, Cirno, el hombre enviado al oráculo, al que,
en Pitón, la sacerdotisa del dios, al profetizar, le indicase la respuesta
desde su rico santuario; pues si añadieses algo, ya no
podrías hallar remedio alguno ni tampoco, si lo quitas, podrías
escapar de la falta a los ojos de los dioses.
He sufrido un acontecimiento de ningún modo pero que la
muerte cruel, pero sí más doloroso, Cirno, que todas las demás
cosas: me han traicionado los amigos, mas yo, acercándome a los
enemigos, voy a ver también qué sentimientos anidan entre ellos.
Un buey, que está posado sobre mi lengua con pesada pezuña,
me impide chismorrear aunque estoy enterado, Cirno; no
obstante, no es posible en modo alguno evitar lo que esté destinado sufrir.
[Lo que está destinado sufrir, en modo alguno temo sufrirlo].
Hemos caído en una desgracia muy deseada, donde ojalá,
Cirno, nos alcance a ambos el destino fatal de la muerte.
Poca consideración resulta, Cirno, para aquellos que no
honran a sus progenitores cuando se hacen viejos.
No ayudes a un tirano con alguna esperanza, sucumbiendo a las
ganancias, ni lo mates tras haberle prestado juramento por los dioses.
¿Cómo se atreve a cantar vuestro corazón al son del auletista?
Desde la plaza se divisa la frontera de esta tierra, que os alimenta
con sus frutos, a vosotros que en vuestras ruvias cablleras lleváis
en los banquetes purpúreas coronas. ¡Vamos, escita, corta tu
bellera, haz cesar la fiesta y llora por esta aromática tierra que
desaparece!
Por confianza perdí mis riquezas y por desconfianza las salvé:
el pensamiento en ambas me resulta penoso.
Todo está abandonado a los cuervos y en la ruina; para nosotros
ninguno de los bienaventurados dioses inmortales, Cirno, es
culpable, sino que la violencia, la ganancia codiciosa y el desenfreno
de los hombres son los que nos han arrojado desde una
gran prosperidad a la miseria.
Dos infortunios se derivan de la bebida para los infelices
mortales: la sed que afloja los miembros y la embriaguez molesta;
en medio de ellas me moveré y no me convencerás ni de beber un
poco ni de emborracharme en exceso.
Por algunas cosas el vino me es agradable, mas por una sola,
desagradable: cuando después de embriagarme me conduce ante
un enemigo.
Cada vez que se está arriba desde abajo que estaba, entonces
hay que volver a casa dejando la bebida.
Es fácil producir un daño a un hombre que está en buena situación,
mientras que arreglar lo que está en mala situación, es difícil.
Pisotea al pueblo de espíritu vacío, azúzale con punzante
aguijón y echa alrededor de su cuello un pesado yugo: pues no
encontrarás un pueblo tan servil entre todos los hombres que
contempla el sol.
Ojalá Zeus del Olimpo aniquile al hombre que pretende engañar a su amigo adulándolo con palabras complacientes.
Yo ya lo sabía de antes, pero ahora todavía mucho mejor: que
los hombres viles no guardan ninguna gratitud.
Muchas veces esta ciudad, a causa de la ineptitud de sus jefes,
ha navegado a lo largo de la costa como una nave a la deriva.
Si alguno de mis migos ve que estoy en mala situación, tras
volver la cabeza, no quiere ni mirarme; pero si alguna vez poseo
cierta riqueza - lo que pocas veces sucede a un hombre - recibo
muchos abrazos y muestras de amistad.
Me traicionan los amigos y nada quieren darme cuando hay
gente delante; pero yo, por mi cuenta, salgo de casa por la tarde y
regreso al alba, cuando se oye el canto de los gallos que se despiertan.
A muchos hombres inútiles la divinidad concede la riqueza,
un bien, que no representa nada mejor para ellos ni para sus amigos;
en cambio, la gran fama del valor jamás desaparecerá, pues
un guerero salva a su tierra y a su ciudad.
Que caiga sobre mí desde lo alto el enorme gran cielo de
bronce - temor de los hombres nacidos tiempo ha-, si yo no ayudo a ellos que me quieren y no he de ser un tormento
y un gran azote para mis enemigos.
Oh vino, te alabo por unas cosas y te reprendo por otras;
en modo alguno puedo odiarte ni amarte. Eres algo bueno y malo.
¿Quién podría censurarte, quién, que posea la medida de la sabiduría,
podría alabarte?
Goza de la juventud, corazón mío: pronto existirán otros
hombres, y yo, muerto ya, seré negra tierra.
Bebe este vino que para mí, bajo las cumbres del Taigeto, produjeron las viñas que el viejo Teotimos, amado por los dioses,
plantó en los valles de la montaña, trayendo agua fresca del Platanistunte.
Bebiendo de él alejarás tus amargas tristezas, y, una vez
que te hayas achispado, te sentirás mucho menos apesadumbrado.
Ojalá la paz y la riqueza se adueñen de la ciudad, par que yo
pueda celebrar festjos en compañía de otros; yo no amo
la perniciosa guerra.
No prestes demasiado oído al heraldo aunque grite mucho:
pues no estamos batallando por la tierra patria.
Pero es vergonzoso no mirar de frente a la guerra lacrimosa
que llega y que viene montada sobre veloces corceles.
¡Ay de mi cobardía! Cerinto está destruido y los hermosos viñedos de Lelanto están talados; los hombres de bien están en el
exilio, mientras que los malvados gobiernan la ciudad ¡Así destruya Zeus al linaje de los Cipsélidas!
El hombre en sí mismo no posee nada más preciado que la inteligencia, y ninguna más funesta, Cirno, que la ignorancia.
Cirno, si un dios se irritase a cada momento con los mortales
al conocer el proyecto que cada uno alberga en el pecho y las acciones,
tanto del justo como del inusto, los mortales tendrían
sobre sí una gran calamidad.
En cada actividad uno es peor, mientras que otro es mejor;
ningún hombre es experto en todas ellas por sí solo.
El que vigila el gasto, buscándolo según su dinero, posee la
virtud más notable a ojos de los entendidos. Pues si fuera posible
conocer el límite de la vida, al que debe llegar cada uno
para pasar a la mansión de Hades, sería natural que aquel que
tuviera que esperar su destino por más tiempo, ahorrara más
para disponer de medios de vida; sin embargo, ahora no es así,
lo que también a mí me provoca un gran dolor, me muerde
el alma y tengo el corazón dividido en dos. Estoy en una
encrucijada; delante de mí hay dos caminos; medito cuál de
ellos recorreré preferentemente: consumir la vida en la indigencia
sin gastar nada o vivir placenteramente realizando un
trabajo escaso. Pues yo he visto a uno que ahorraba y nunca
daba a su estómago una comida generosa, aunque era rico;
pero antes de gastar descendió al interior de la mansión de Hades,
mientras que un advenedizo cualquier se adueño de sus
riquezas; de manera que esto es trabajar en vano y no legar la
fortuna a quien uno quiera. Y he visto a otro que, por dar gusto
a su estómago, dilapidó sus riquezas y dijo: "Me marcho
después de satisfacer mi apetito"; y ahora pide limosna a todos
sus amigos, allí donde ve a alguno. Por tanto, Democles, lo mejor
de todo es gastar según tus riquezas y tener cuidado; pues
así no harías partícipe a otro del fruto de tu trabajo, tras haberte
fatigado tú antes, ni acabarías en la servidumbre, pidiendo
limosna. Ni tampoco, si llegases a la vejez, se habría esfumado
todas tus riquezas; en una generación como esta tener riquezas
es lo mejor. Pues si eres rico, tienes muchos amigos, pero si
eres pobre, pocos, y al mismo individuo ya no es igualmente
bueno.
Ser ahorrativo es lo mejor, ya que nadie llora al muerto, a no
ser que vea que deja dinero.
A pocos hombres les acompañan la virtud y la belleza: dichoso
aquel que obtiene en suerte una y otra. Todos le
honran: tanto los jóvenes como los de su misma edad y los más
ancianos le ceden el paso. Y cuando envejece se distingue
entre sus conciudadanos y nadie pretende lesionar su honor
ni su derecho.
No puedo cantar con voz melodiosa como un ruiseñor; pues,
en efecto, la noche última me fui de juerga. No me discuplo
con el auletista; me abandona mi compañero, que no carece de
esa destreza.
Una vez colocado aquí, cerca del auletista, a su derecha, cantaré
invocando a los dioses inmortales.
Recorreré un camino recto, como a lo largo de un cordel, sin
inclinarme hacia ninguna de las dos partes; pues es preciso que
yo piense en todo equilibradamente.
Gobernaré mi patria, una ilustre ciudad, sin entregarme al
pueblo y sin dejarme seducir por hombres injustos.
Alcancé a la carrera cual león en su resistencia fiado, a un cervatillo debajo de la cierva y no bebí su sangre; escalé las
altas murallas y no saqueé la ciudad; aparejé los caballos y no
monté en el carro; hice y no hice, cumplí y no cumplí, realicé
y no realicé, obtuve y no obtuve.
El que hace bien a los malvados sufre dos males: será privado
de mucho de lo suyo propio y no obtendrá ningún agradecimiento.
Si no me muestras gratitud después de haber recibido de mí
un gran favor, ojalá vengas de nuevo a mi casa necesitando algo.
Mientras yo solo bebía de la fuente de negras aguas, me parecía
que su agua era dulce y hermosa; pero ahora está ya
turbia y el agua se mezcla con otra agua: beberé de otra fuente o
de un río.
Nunca alabes a un hombre antes de que lo conozcas con
certeza y sepas quién es en cuanto a inclinación natural, disposición
y carácter. Muchos, que tienen una manera de ser falsa y ladina,
lo ocultan, adoptando otro temperamento por un día; pero el
tiempo descubre por compLeto la manera de ser de cada un ode
ellos. Así pues, yo mismo he rectificado a menudo mi opinión:
me apresuré a alabarte antes de conocer bien toda tu manera de
ser; pero ahora, como una nave, estoy lejos de ti.
¿Qué mérito hay en llevarse el premio a lmejor bebedor? Muchas
veces, en efecto, un malvado vence a un hombre de bien.
Ningún hombre, al que cubre la tierra y desciende hasta el
abismo, morada de Perséfone, se deleita escuchando la lira o al
auletista ni levantando los dones de Dionisio. Viendo esto, me
alegraré en mi corazón, mientras sean ágiles mis rodillas y mantenga
la cabeza serenamente.
Que nadie sea mi amigo solo con la lengua, sino también con
obras; que venga en mi ayuda con su brazo y con su riqueza a la
vez; y no halague mi corazón con palabras junto a la cratera,
sino que lo demuestre, si puede, haciéndome el bien.
Tengamos bien dispuesto nuestro ánimo en las fiestas, mientras
aún pueda disfrutar los goces amables del placer. Pues pasa
rauda como pensamiento la jubilosa juventud; y no es más rápido
el galope de las potras, que impetuosamente llevan a su señor
al trabajo de lanza propio de hombres, al tiempo que gozan
de la fértil llanura,
Bebe cuando beban; y cuando estés triste en tu corazón, que
ningún hombre te vea apesumbrado.
Unas veces te afligirás al sufrir algunas cosas, mientras que
otras te alegrarás de ocasionarlas tú: unas veces puede hacerlo un
hombre y otras otro.
Si me propusieras entonar, Academo, una agradable canción
y el premio colobado en medio para ti y para mí, cuando rivalizmos
en talento, fuera un joven en su hermosa plenitud, aprenderías
cuán superiores son los mulos a los asnos. Y cuando el sol
recorriese precisamente la mitad del día e impulsase de lado a sus
solípedos corceles en el cielo, pondríamos fin a la comida, en el
momento en que el apetito urgiese a cadas cual, dando gusto al
estómago con toda clase de manjares, y que una hermosa
joven calonia, con sus delicadas manos, llevase en seguida el
aguamanil y las coronas.
Esta es la excelencia, este es entre los hombres el mejor y más
bello título que puede llevar un hombre sabio, este es un bien
común para la ciudad y para todo el pueblo, que un hombre
permanezca erguido en primera línea de batalla.
Voy a dar un consejo a los hombres: que mientras uno, poseyendo
la hermosa flor de la juventud, tenga en sus adentros nobles
pensamientos, disfrute de sus propios bienes; pues a los hombres mortales
no les está permitido por parte de los dioses alcanzar la juventud
dos veces ni la liberación de la muerte: la infausta y funesta
vejez lo pone en evidencia y se apodera de lo más alto de su cabeza.
Oh bienaventurad, feliz y dichoso aquel que baja a la oscura
mansión de Hdes sin haber experimentado la lucha y antes de
haberse asustado de los enemigos, de haberlos sometido a algún
exceso por necesidad y de haber puesto a prueba los sentimientos
que albergan sus amigos.
Un inmenso duro al punto me recorre la piel y me emociono
al contemplar la flor de la juventud, tan agradable como hermosa:
¡ojalá fuera aún más duradera! Pero dura un breve tiempo,
como un sueño, la preciada juventud; y al punto, funesta y
deforme, la vejez pende sobre nuestra cabeza.
Nunca pondré el cuello bajo el pesado yugo de mis enemigos,
ni aunque el Tmolo esté sobre mi cabeza.
Los miserables son más necios de espíritu en el infortunio,
mientras que las acciones de los hombres de bien siempre son
más rectas.
La realización del mal es fácil entre los hombres, mientras
que el triunfo del bien, Cirno, es difícil.
Ten valor, alma mía, en la desgracia, aunque has padecio cosas
insufribles; el corazón de los cobardes es el más fácil de turbar.
Y tú no presumes de empresas fracasadas aumentando tu
disgusto ni de los ultrajes; ni molestes a tus amigos ni alegres a tus
enemigos. Un mortal no puede sustraerse fácilmente a los dones
determinaods por los dioses, ni aunque se sumerja hasta el fondo
del purpúreo mar ni cuando lo acoja el sombrío Tártaro.
Es muy difícil engañar a un hombre de bien, pues en mí, Cirno,
mi opinión decide desde hace tiempo.
Yo ya lo sabía antes, pero ahora todavía mucho mejor: que los
hombres viles no guardan ninguna gratitud.
Son insensatos y necios los hombres que no beben vino
cuando comienza la constelación del Can.
¡Venid aquí con un auletista! Bebamos riendo junto al que
llora, alegrándonos de sus penas.
Durmamos: la vigilancia de esta inexpugnable ciudad, nuestra
amada patria, estará al cuidado de los guardianes.
Sí, por Zeus, aunque alguno de éstos duerme bien tapado,
recibirá con placer nuestra comitiva.
Alegrémonos ahora bebiendo, mientras contamos cosas
placenteras; más de lo que haya de suceder después, eso es asunto
de los dioses.
Yo te voy a dar personalmente saludables consejos como un
padre a su hijo; mételos tú en tu corazón y en tus mientes.
Nunca hagas nada malo por precipitarte, sino medita con tu
profunda inteligencia y con tu buen juicio. El corazón y las intenciones
de los irreflexivos son volátiles, mientras que la meditación
conduce al bien y a un juicio sensato.
Así pues, dejemos esta conversación; no obstante, tú toca el
aulo para í y traigamos ambos el recuerdo de las Musas; que
ellas nos concedieron a ti y a mí poseer sus amables dones y hacer
partícipes de ellos a nuestros vecinos.
Timágoras, para el que observa desde lejos le es difícil conocer
el carácter de la mayoría, aunque sea un sabio. Unos,
en efecto, detentan su maldad ocultándola con el dinero y otros
su virtud con la funesta pobreza.
En la juventud es posible que uno duerma toda la noche con
alguien de nuestra edad, colmando el deseo de actos amorosos;
es posible que uno, al celebrar un banquete, cante al son del auletista:
nada hay más placenter que estas cosas para hombres y
mujeres. ¿Qué son para mí la riqueza y el honor? El placer acompañador de la alegría supera a todo.
Insensatos y necios los hombres que lloran a los muertos y no
a la flor de la juventud que se marchita.
Alégrate, mi querido corazón: pronto existirán otros hombres,
y yo, muerto ya, seré negra tierra.
Cirno, cambia ante cada amigo tu voluble carácter, adaptando
el carácter como cada uno es.
Ahora acomódate a este, y luego sé otro diferente de carácter.
La habilidad es mejor que la más excelsa virtud.
Cuando una empresa está inacabada, es muy difícil saber su
final, de qué modo la divinidad va a concluirlo; pues una
oscuridad se extiende, y antes de que suceda lo que va a llegar, a los
mortales no les son inteligibles los límites de lo imposible.
No calumniaré a ninguno de mis enemigos, aunque sea noble,
ni alabaré a ningún villano, aunque sea amigo.
Cirno, esta ciudad está preñada y temo que ella para un hombre
insolente, caudillo de una cruel revolución; pues estos ciudadanos
aún son sensatos, pero los gobernantes están abocados a
caer en una gran maldad.
No me quieres de palabra, mientras tengas tu pensamiento y
tus sentimientos en otra parte, si es que me amas y tienes una intención
honrada, así que ámame con intención sincera o, rompiendo conmigo,
aborréceme emprendiendo abiertamente una
querella. Así es preciso que el hombre de bien mantenga siempre
firme hasta el final su afecto atento hacia su amigo.
Demonacte, te resulta pesado soportar tantas contrariedades;
pues no sabes hacer más que aquello que te es grato.
Cástor y Polideuces, que en la divina Lacedemonia moráis junto al río Eurotas de hermosa corriente,
si alguna ver urdiera algún mal contra un amigo, que yo mismo lo reciba; mas si él lo
urde contra mí, que él mismo lo reciba doble.
Mi corazón se halla en situación delicada respecto a mi amor
por ti: n puedo odiarte ni amarte, porque copmrendo que cuando
un hombre tiene un amante, es díficil odiarlo, pero también es
difícil amarlo aunque no quiera él.
Por tu mirada ahora en otro; yo no tengo ninguna necesidad
de hacer eso; dame las gracias por los favores de antes.
Ya me elevo con mis alas, como un ave fuera de un gran lago,
huyendo de un hombre malvado, después de romper el lazo; más
tú, que has perdido mi amistad, conocerás más aelante mi prudencia.
Quien te aconsejó sobre mí y te invitó a que te marcharas
traicionando mi amistad, ese hombre, querido Cirno, se forja
grilletes para sí mismo, si es que los dioses no burlan mi entendimiento.
El desenfreno perdió a los magnesios, a Colofón y a Esmirna;
y sin duda alguna, Cirno, también os perderá a vosotros.
La reputación es un gran mal para los hombres, y la prueba es
lo mejor; muchos, que no han dado prueba de nad, tienen reputación
de buenos.
Acercándote a la piedra de toque y siendo frotado con el plomo,
si eres realmente puro, serás virtuoso a los ojos de todos.
¡Oh desgraciada de mí! Por haber sufrido infortunios, he llegado
a ser motivo de risa para mis enemigos y una carga para mis amigos.
Cirno, los hombres de bien de antes ahora son malvados, y los
malvados de antes ahora son hombres de bien. ¿Quién podría
soportar al ver esto, que los hombres de bien están privados de
honores, mientras que los malvados alcanzan un puesto de honor?
El noble pretende a la hija del villano; y engañándose unos a otros,
se ríen unos de otros, sin tener memoria de lo bueno ni de lo malo.
Afligido en mi corazón doy vueltas y vueltas en medio de las
dificultades; pues no he huido del reino de la pobreza.
Al poseer riquezas me has echado en cara mi pobreza; sin
embargo, yo tengo algunos bienes y los otros los ganaré con mi
trabajo, orando a los dioses.
Pluto, el más hermoso y deseable de todos los dioses, contigo
incluso el que es malvado se vuelve noble.
Ojalá tuviera yo la plenitud de la juventud y me amaran Febo
Apolo, hijo de Leto, y Zeus, el rey de los inmortales, para
que con la justicia pueda vivir al abrigo de todas las desgracias, alegrando
mi corazón con la juventud y la riqueza.
No me recuerdes los males; he sufrido como Odiseo, que regresó
tras escapar de la gran morada de Hades. Aquel, con justo,
mató con ánimo implacable a los pretendientes de Penélope, su
legítima esposa, que, junto a su hijo querido, aguardaba esperándolo,
hasta que pisó la tierra y sus horribles moradas.
Voy a beber; no me voy a preocupar de la atribuladora pobreza
ni de mis enemigos, que hablan mal de mí. Pero sollozo
por la amable juventud, que me abandona, y lloro por la amarga
vejez que se aproxima.
Cirno, acabemos con el origen del mal de nuestros amigos
aquí presentes, y busquemos el remedio para la úlcera que se les
ha producido.
La Esperanza es la única diosa clemente que habita entre
los hombres, las demás se marcharon al Olimpo abandonándolos.
Se fue la Confianza, gran diosa, se fue de entre los hombres
la Prudencia, y las Gracias, amigo, dearon la tierra; ya no
hay juramentos fiables ni justos entre los hombres, y nadie
respeta a los dioses inmortales, se extingió la estirpe de los
hombres piadosos y ya no reconocen los preceptos ni la piedad .
Pero mientras uno viva y contemple la luz del sol siendo
piadoso con los dioses, que persevere la Esperanza; que
ore a lod dioses y, cuando queme pingues muslos, haga su sacrificio,
e primer y último lugar, en honor de la Esperanza.
Que esté prevenido siempre del discurso sinuoso de los hombres
injustos que, sin respetar en nada a los dioses inmortales,
siempre dirigen su antención hacia los bienes ajenos,
estableciendo tratos vergonzosos mediante sórdidos
procedimientos.
Nunca abandones al amigo que está a tu lado y busques
otro seducido por las palabras de hombres viles.
Ojalá me fuera posible vivir siendo rico lejos de las preocupaciones
de manera indemne y sin sufrir desgracia alguna.
No deseo ser rico ni se lo ruego a los dioses, mas ojalá me fuera
posible vivir con pocos recursos y sin sufrir desgracia alguna.
La riqueza y la sabiduría siempre son las cosas más irresistibles
para los mortales; pues nunc apodrás saciar el ansia de riqueza;
e igualmente, el más sabio no rehúsa la sabiduría, sino
que la desea y no puede satisfacer su deseo.
Cómprate ahora otro; yo no tengo ninguna necesidad de hacer
eso; dame las gracias por los favores de antes.
Ningún teroso dejarás a tus hijos, Cirno, mejor que el respeto,
si se lo das a los hombres de bien.
En efecto, no hay nadie completamente feliz; pero el noble es
valiente cuando sufre un infortunio y ello no es conocido al mismo
tiempo, mientras que el villano no sabe adaptar por igual su ánimo
ni en la fortuna ni en la desgracia. Los dones de los inmortales que
sobrevienen a los mortales son variados; pero hay que tener valor
para aceptar los regalos de los imortales tal cual los otorgan.
Los ojos, la lengua, los oídos y la mente de los hombres nacen,
para los sabios, en medio del pecho.
Un amigo debe ser um hombre tal que conociendo a su compañero
lo soporte, aunque sea de díficil carácter, como si fuera
un hermano. Medítame estas ideas, querido amigo, en tu corazón,
y algún día te acordarás de mí.
Aunque lo busco con ahínco, no puedo encontrar un compañero
fiel semejante a mí, en el que no sea posible el engaño; acercándome
a la piedra de toque y frotándome con ella como el oro con el
plomo, y en mí está presente la convicción de una superioridad.
Mézclate con los hombrs¡es de bien y nunca te juntes con los malvados
hasta que termines el final del camino de un viaje de negocios.
La respuesta de los hombres de bien es noble, y nobles son
sus acciones: mas las perversas palabras de los malvados se las llevan
los vientos.
De las malas compañías nacen las desgracias; tú mismo lo constatarás,
ya que has ofendido a los grandes dioses inmortales.
La inteligencia, Cirno, es lo mejor que los dioses han concedido
a los mortales; la inteligencia domina los límites de todo.
¡Ah, feliz el que la posee en su ánimo! Es, en verdad, muy superior
al funesto desenfreno y a la pérdida hartura; la hartura es
para los mortales un mal no peor que ningún otro: en efecto,
todo infortunio, Cirno, nace de estos.
Si no sufrieras ni emprendieras acciones deshonrosas, Cirno,
tendrías la mayor prueba de virtud.
Es preciso ser valiente cuando nuestro corazón se halle
en medio de duros sufrimientos, y pedir a los dioses inmortales la
liberación de ellos.
Cirno, respeta a los dioses y témelos; pues esto abstiene al
hombre de hacer y decir cosas impías.
Por derribar, como quieres, a un tirano devorador de su pueblo
no hay ningún castigo de parte de los dioses.
Cirno, los rayos del sol que ilumina a los mortales no
contemplan a ningún hombre al que no amenace la murmuración.
No puedo comprender el sentir que tienen mis conciudadanos;
pues ni obrando bien ni obrando mal les soy agradable.
La inteligencia es un don precioso, también la lngua; pero se
encuentran en pocos hombres que sean buenos administradores de ambas.
Nadie, aunque pague un rescate, escaparía de la muerte ni del
penoso infortunio, a no ser que el destino le pusiera límite, ni de
las inquietudes, cuando un dios envía dolores, puede escapar un mortal
intentándolo con unas ofrendas.
No quiero yacer después de muerto en un catafalco regio, sino
tener algún bien mienras estoy vivo. Las zarzas son para los tapices
igual lecho que para un muerto; el leño le resulta duro y blando.
No jures en vano por los dioses; pues no es tolerable ocultar
a los inmortales la deuda contraída.
He oído, Polipaides, el canto del ave que chilla agudamente,
que venido para los mortales como mensajera de la labranza
propia de la estación: ha acudido mi negro corazón, porque otros
poseen mis florecientes campos y las mulas ya no
arrastran para mí el curvo arado a causa de la buscada navegación.
No iré ni será invocado por mí. Ni irá bajo tierra un tirano
llorado en su tumba, ni tampoco él afligirá si yo muriese ni
derramaría de sus ojos cálidas lágrimas.
No te impedimos asistir a la fiesta ni te invitamos; eres molesto
cuando estás presente y querido cuando estás ausente.
En cuando a mi linaje, soy Etón habito en la bien amurallada
ciudad de Tebas, exiliado de mi tierra patria.
No denostes a mis queridos padres burlándote simplemente
de mí, Argiris; pues tú estás sometida a una jornada de esclava;
mas yo padezco otros muchos infortunios, mujer, ya que estoy
desterrado de mi tierra, pero no sufro la amarga esclavitud ni me
pueden vender; y tengo, además, una hermosa ciudad, emplazada
en la llanura Letea.
Nunca nos riamoscuando estemos sentados junto a alguien
que llora, Cirno, regocijándose de nuestra fortuna.
Es díficil hasta que el enemigo engañe a un enemigo, Cirno:
mas al amigo le es fácil engañar a un amigo.
La palabra acostumbrada a acarrear alos mortales muchos disgustos,
Cirno, cuando su entendimiento se turba.
Nada hay, Cirno, más injusto que la cólera, que daña al que la
tiene, ya que complace su corazón con vilezas.
Nada hay, Cirno, más que una buena esposa; yo soy testigo
y tú sélo de mi veracidad.
Pues ya a casa me ha llamado un cadáver marino, que, aunque
muerto, lanza su voz con una boca que está viva.